19 junio, 2006

¿Deberían los agregados culturales ser gestores o artistas?

Más allá de Neruda y Mistral : La diplomacia cultural en la práctica Jorge Heine Embajador de Chile en India
Si bien en Chile la gestión cultural ha tenido avances en los últimos años, la reflexión sobre cómo proyectar la cultura nacional, y con ello al país, al extranjero, ha sido relativamente escasa. Ello es curioso, por varias razones.
1) La “imagen-país” de Chile en el extranjero es difusa, por decir lo menos. Más gente en el mundo sabe lo que es y dónde está Isla de Pascua que lo que es y dónde está Chile. Algunas de las mas populares guías turísticas del mundo, como las de Lonely Planet, por ejemplo, titulan la correspondiente a nuestro país como Chile and Easter Island, poniendo al continente y a Isla de Pascua (con sus 4000 habitantes) en un plano de equivalencia. Ello parecería asumir que un título que incluyese sólo a Chile resultaría poco llamativo (¿alguien se imagina una guía titulada Chile and Chiloé?).
2) El nuestro es un país altamente globalizado, cuyo comercio exterior llega a mas de las dos terceras partes de su PIB, y que depende en forma importante de la inversión extranjera. Por ende, uno pensaría que la proyección al mundo de lo que es Chile y lo que significa, daría pie a un sesudos análisis sobre la mejor manera de hacerlo, el desarrollo de ambiciosas metas (cuantificables) a lograr y de sofisticados instrumentos de política para alcanzarlas; nada de ello ocurre.
3) Una posible explicación podría ser que Chile no tuviese nada que ofrecer en materia cultural, por lo que sería mejor dedicarse sólo a comprar y vender. Sin embargo, ello no corresponde ni a la autoimagen que tenemos de nosotros mismos (nos ufanamos de ser un país culto) ni a la realidad. Tenemos buenos artistas y creadores en muchas áreas, algunos de ellos de categoría internacional, muchos de los cuales se sentirían muy honrados de ser invitados a mostrar sus obras o desempeñarse en el baile, la música o el teatro en el extranjero.
4) Está demostrado que la cultura vende, esto es, que manifestaciones culturales de buen nivel tienen un impacto comunicacional considerable, mucho mayor que los productos de otras áreas del quehacer humano. En un mundo competitivo, con mas de 200 países luchando por posicionarse en el imaginario de la opinión pública, una política cultural internacional juega un papel significativo. Ello es especialmente válido cuando algunos de los productos de la oferta exportadora están asociados a la cultura, como es el vino en el caso de Chile.
Lo más cercano que se ha dado en materia de debate público sobre el tema fue hace algunos años en torno a los agregados culturales. El planteamiento de algunos en ese entonces era que había que profesionalizar las agregadurías culturales. Ello implicaba que en vez de enviar a artistas y creadores a las muy pocas agregadurías culturales que tenemos (no pasan de trece, en setenta embajadas), lo que se requería era enviar a diplomáticos especializados en gestión cultural, individuos que que supiesen al dedillo cómo manejar los (presumiblemente cuantiosos) recursos asignados al rubro, cómo potenciarlos al máximo, cómo montar exposiciones y/o poner en escena funciones de ballet y/o teatro y cómo rendir cuenta de ellos en frondoso detalle, todas destrezas en las cuales los artistas mismos no necesariamente tendrían grandes ventajas comparadas. Todo esto suena muy razonable en abstracto. Su gran falla es que parte de un supuesto falso: esos recursos, para todos los efectos, no existen. Mas que tener a un burócrata designado para manejar presupuestos inexistentes, resulta por ello bastante mas productivo tener de agregado cultural a un artista, que por último se representa a sí mismo.Así, la acusación que se hace a algunos artistas que han sido agregados, en el sentido que se han dedicado demasiado a promover su propia obra y no a presentar la producción cultural nacional en su conjunto” es absurda. ¿Cómo van a hacer esto último, sin recursos? De hecho, lo mejor y mas productivo que pueden hacer es promover su propia obra, para lo cual son los mas calificados para hacerlo, y para lo cual cuentan con un poder de convocatoria non-pareil.
Con todo, para la gran mayoría de las misiones de Chile el tema de los agregados culturales es irrelevante, porque no lo tienen. La pregunta entonces es qué hacer. En respuesta a una gentil invitación de la directora ejecutiva de COBA, quisiera compartir con los lectores de este blog las lecciones de cinco experiencias de diplomacia cultural, dos de ellas en Sudáfrica y tres en India, países lejanos y con culturas muy distintas a la nuestra, que implican desafíos no menores para trascender las barreras inherentes a la distancia geográfica y de otro tipo:
Ellos sonAriel Dorfman en Sudáfrica ( una visita de dos semanas a Sudáfrica del conocido dramaturgo,1997), Escribiendo el Sur Profundo ( una visita a Chile de cuatro escritores sudafricanos, incluyendo la Premio Nobel Nadine Gordimer, y tres australianos, en conjunto con Ariel Dorfman y Antonio Skármeta, a la Feria del Libro de Santiago y la Universidad Austral,1998), Centenario de Neruda en India (un conjunto de actividades, incluyendo la visita a India de Raúl Zurita y su participación en numerosos seminarios, ferias del libro y eventos públicos realizados a lo largo y lo ancho de la India, así como muchos otros eventos sobre nuestro vate en ese año, 2004), XI Trienal India ( La participación de 18 pintores nacionales en este gran evento artístico en India, 2005) y Esta riqueza abandonada...”(Antología de poesía de América Latina y el Caribe, 2004-2005, primera antología de este tipo publicada en idioma hindi, con poemas de una decena de poetas jóvenes chilenos).
1) Un primer dilema que se enfrenta es el de calidad versus cantidad. Es mejor tener una gran cantidad de actividades de calidad mediana y perfil bajo, a una o dos de buen nivel y alto impacto? Si bien la tentación de “hacer presencia permanente” es grande, y ello lleva a tratar de realizar actividades una tras otra, a cómo dé lugar, ello es un error. Significa un desgaste para el siempre escaso personal de las misiones de Chile, y también devalúa nuestra propia moneda. El llevar a cabo actividades de calidad mediana (no empece que puedan ser de muy bajo costo) no ayuda a los propósitos que se desean lograr ni contribuye a posicionar a Chile en el nicho que queremos.Mas vale uno o dos eventos excelentes en un año que una docena de mediocres.
2) Un segundo dilema dice relación con el de recurrir a artistas consagrados con reputación internacional establecida o darle la oportunidad a aquellos aun en proceso de formación. Como lo ha resumido alguien en otro contexto, Un poema conocido de un poeta muerto/o un poema bueno de un poeta desconocido/o un poema muerto de un poeta reconocido. Nadie puede oponerse a contribuir al crecimiento artístico de jóvenes creadores; por otra parte el objetivo de la misión no es servir de escuela, sino proveer una vitrina para lo mejor que Chile puede ofrecer. Mi propia conclusión es que, mas importante que la edad o la reputación (dentro de ciertos límites) es el grado de correspondencia que exista entre el perfil del artista y el medio en el cual se va a presentar y/o exponer. El tremendo impacto de la visita a Ariel Dorfman a Sudáfrica se debió en parte importante a que su obra La muerte y la doncella era considerada como la obra de teatro de la transición sudafricana (con mas de 30 producciones entre 1992 y 1997).
3) Un tercer dilema se refiere al de financiamiento público versus privado. La realidad es que el pretender llevar a cabo hoy diplomacia cultural sólo con recursos públicos es, para todos los efectos, imposible. Mi propia experiencia es que lo mejor es partir por asegurar un auspicio significativo del sector privado, algo que no debería ser demasiado difícil si se trata de un proyecto atractivo y que responda a cierta sensibilidad o coyuntura del país dónde está acreditada la misión, o del propio. Una vez que ello ocurre, el financiamiento público puede terminar plegándose, para no quedarse fuera eso fue lo que pasó con Escribiendo el Sur Profundo, la primera vez que una Premio Nobel de Literatura participaría en la Feria del Libro de Santiago, y que recibió el generoso auspicio de lo que era entonces CTC y es hoy Telefónica.
4) Un cuarto dilema dice relación con el grado de participación del jefe de misión vis a vis el de sus colaboradores en materia de diplomacia cultural. Por una parte, el primero tiende a tener una agenda muy copada, muchas veces con asuntos políticos y económicos de envergadura, a veces indelegables, y hay una gran tentación de considerar a la cultura comola quinta rueda del carro. Por otra, hay aspectos cruciales de un proyecto cultural que sólo pueden ser resueltos a ese nivel, como el acceso a artistas de primera, a fuentes de financiamiento y a plataformas de excelencia para presentar espectáculos o exposiciones.Mi conclusión es que una vez resueltos esos aspectos tan decisivos para el éxito de un proyecto, es posible delegar las labores relativas a su implementación, pero no antes.5) Un quinto dilema se refiere a la realización de proyectos colectivos (digamos, con un grupo de países latinoamericanos) versus los individuales. Por definición, la representación diplomática es algo muy sui generis, y la labor de la misión es representar de la mejor manera posible a su país, y no a colectivos, con los cuales se pueden presentar tanto problemas de coordinación como sustantivos. Es por ello que proyectos colectivos de diplomacia cultural son relativamente escasos. Sin embargo, mi propia experiencia en India con el Grupo Latinoamericano y del Caribe (GRULAC), de 16 miembros, ha sido positiva. En países distantes de nuestra América morena” ( como aquellos de Asia o Africa) el poder de convocatoria del colectivo latinoamericano es muy superior al que se podría tener individualmente, y ello abre puertas y posibilidades que no se presentarían de otra manera. Son también lugares en que el posicionamiento de Chile pasa necesariamente por el de América Latina. La edición de un volumen de poesía latinoamericana y caribeña traducida al hindi, y publicada por la Academia de Lenguas de la India, proyecto coordinado por la embajada de Chile a lo largo de dos años, fue muy alentadora, y demostración palpable que proyectos de ese tipo no sólo son viables, sino que pueden contribuir en forma significativa a posicionar a nuestra región, y con ello, a Chile.