10 agosto, 2006

A la hora de hablar de filantropía, ¿qué pasa en Chile?

En este texto de Fernando Flores encontrará una columna de opinión acerca del estado del mecenazgo en Chile y una tesis que explicaría su magra situación por la falta o errática legislación actual, la ausencia historico de apoyo del Estado al mundo empresarial, como también a la falta de hábitos de nuestros millonarios locales a la hora de donar riqueza personales a causas sociales y culturales, argumentos que dan cabida a un interesante debate sobre un tema que no ha sido tratado en profundidad desde el enfoque cultural
¿Dónde están nuestros Bill Gates?

Muchas veces me han preguntado: "¿Dónde están los Bill Gates chilenos?" Quienes hacen esa pregunta casi siempre se refieren a nuestro espíritu, y a nuestra limitada devoción por la eficiencia. En estos días, una nueva pregunta sobre Gates ha surgido con particular fuerza. Y es que la noticia que Warren Buffet y él dieron esta semana en Nueva York es realmente extraordinaria. En la biblioteca pública de la ciudad, Buffet -la segunda persona más rica del mundo- anunció que se desprendería de su fortuna, regalándola prácticamente en su totalidad a causas "caritativas". Pero no sólo eso. Además, será la Fundación de Bill y Melinda Gates la que decidirá cómo distribuir este dinero entre proyectos relacionados con la salud y la educación de los pobres del mundo entero.

Según el último ranking de la revista Forbes, Warren Buffet tendría una riqueza de 41 mil millones de dólares. Forbes también nos dice que Buffet acumuló este dinero partiendo de la nada: es lo que se llama un self-made man. Según el anuncio, Buffet eventualmente donará 35 mil millones a la Fundación Gates, mil millones a cada una de las fundaciones que dirigen sus tres hijos, y tres mil millones a la fundación de su familia. La suma de estos regalos es, precisamente, 41 mil millones. Vale decir, Buffet ha decidido donarlo prácticamente todo. Cuando le preguntaron qué pensaban sus hijos sobre todo esto, Buffet dijo que ni él ni sus hijos creían en las fortunas dinásticas. El sistema capitalista, explicó, le da posibilidades a cualquiera para que se haga enormemente rico. Agregó que si sus hijos querían amasar una riqueza como la de él, tendrían que trabajar duro para lograrlo. El traspaso de la fortuna de Buffet a las fundaciones se hará gradualmente, a la razón de 2,5 mil millones de dólares por año. A su muerte, el remanente será traspasado en su totalidad.

La Fundación Gates fue creada en el año 2000, y con anterioridad a la donación de Buffet ya era la más grande del mundo. Su capital ascendía a 35 mil millones de dólares, donados por Gates y su esposa. Hace un tiempo ellos anunciaron que con los años regalarían casi toda su fortuna a la Fundación. Estamos presenciando la creación de una organización filantrópica sin precedentes históricos. En las próximas décadas, la Fundación Gates tendrá la capacidad de cambiar la naturaleza de la salud pública en más de un continente (en el 2005 la Fundación gastó en salud más que la Organización Mundial de la Salud).

Pobre tradición de mecenazgo

En ningún país existe una tradición filantrópica como en los Estados Unidos. En Europa, por ejemplo, las grandes fortunas son pasadas de generación en generación ; hay poquísimos museos financiados con dineros privados, las universidades han tenido dificultades para obtener donaciones cuantiosas de individuos o empresas, y los programas sociales tienen escaso apoyo del sector privado. Lo mismo sucede en Asia, donde es prácticamente impensable que un individuo done un porcentaje mayoritario de su dinero.

En América Latina la situación ha sido, tradicionalmente, similar a la europea. Se pueden contar con los dedos de las manos las grandes donaciones de individuos latinoamericanos a causas caritativas, educativas o culturales.

Chile no ha sido muy distinto a l resto de la región. Nuestra falta de tradición de mecenazgo tiene varias raíces, incluyendo el que por décadas el Estado haya sido enormemente rapaz, y que sus agentes intentaran apoderarse del dinero privado por diversos medios -impuestos confiscatorios, cambios abruptos de las reglas del juego, inflaciones galopantes, o simplemente, expropiaciones. Ante esta situación, el sector privado desarrolló una actitud de supervivencia, caracterizada, en parte, por traspasar las fortunas –las grandes y las no tanto- a las generaciones jóvenes. Una segunda razón histórica de nuestra falta de vocación filantrópica fue la existencia de un sistema económico que dificultaba la creación de grandes fortunas desde la nada. Las restricciones al sistema de mercado, las regulaciones excesivas, los controles asfixiantes y un mercado de capitales subdesarrollado impidieron, por años de años, que en Chile se desarrollara un capitalismo adulto que premiaba a los que se arriesgaban, trabajaban muy duro, tenían buenas ideas y un poquitín de suerte.

Afortunadamente todo esto está cambiando. El Estado ya no es rapaz y han empezado a surgir nuevas fortunas que no están relacionadas con las familias tradicionales. Además -y pese a una legislación horrible-, hemos visto un cierto aumento en las donaciones. El museo precolombino en la Viña Santa Rita y el nuevo edificio de la Facultad de Economía y Administración de la U. de Chile son buenos ejemplos de proyectos financiados por el sector privado. Sin embargo, el nivel total de donaciones sigue siendo ínfimo en relación con lo que se observa en los Estados Unidos.

La ley que necesitamos

Una condición necesaria –aunque no suficiente- para fomentar el mecenazgo es contar con una legislación adecuada. En Chile, desafortunadamente, esto no ocurre. Al contrario, la actual Ley de Donaciones Culturales –Ley 18.985, que en el año 2001 modificó a la llamada “Ley Valdés”- es una verdadera aberración. Está pobremente redactada, y se entromete en el manejo de la cultura. Peor aún, es una ley poco ambiciosa, que no contempla adecuadamente el que alguien quiera donar cantidades enormes de dinero.

Es de urgencia que esta legislación se revise a fondo. No se trata de reestablecer la ley anterior, sino que de crear una legislación verdaderamente moderna. Aquí, como en tantos otros temas, no es necesario “reinventar la rueda”. La legislación estadounidense ha funcionado muy bien, y está basada en dos principios muy simples: por un lado existen normas que regulan las fundaciones, incluyendo el que cada año deben gastar en proyectos sociales, culturales o educativos un mínimo porcentaje de su capital. Por otro lado, quien done dinero a estas fundaciones puede deducir la totalidad de la donación de su base imponible. La fundación recibe el 100% de estos fondos y los gasta como mejor le parece. Nótese que la donación rebaja la base imponible y no el impuesto a pagar.

Hay un segundo aspecto legal que impide las grandes donaciones en Chile. La ley de herencias no permite a los individuos disponer libremente de su dinero al morir. En Chile, el Estado decide cómo se debe distribuir una herencia. Sólo el 25% de ella –el llamado “cuarto de libre disposición”- puede ser asignado según la voluntad individual. Esta es una seria intromisión a la libertad de las personas. ¿Por qué no podría yo dejarle todo mi dinero al Museo Nacional de Bellas Artes o a la U. de Chile o al Hogar de Cristo? Es importante que las autoridades analicen esta situación y que adoptemos una ley de herencias moderna y dinámica que respete la libertad individual y que, de paso, fomente el mecenazgo entre nuestras familias de recursos.

¿Quién será el primer chileno que dará el gran ejemplo, al desprenderse de prácticamente toda su fortuna y regalarla para financiar proyectos sociales, educativos y culturales? ¿Quién será nuestro primer Warren Buffet? ¿Y quién nuestro primer Bill Gates? No lo sé. Pero se me ocurre que individuos de fortuna, con vocación de servicio público y ambiciones políticas mayores son buenísimos candidatos para esta enorme distinción.